lunes, 9 de marzo de 2009

Tránsito.

Vivo afuera hace algunos años. Solté una vida y agarré otra un poco por curiosidad, otro poco por aburrimiento. No sé, no importa. Lo que no sabía en el momento en que decidí irme, es que empezaba un camino que nunca termina. Inauguraba una patria neutra de bolsos de mano y despedidas y abrazos que nunca alcanzan. Una patria que tiene por bandera un formulario de inmigración, por escudo una tarjeta de embarque y por fiesta el día en que viajás. Algo te mueve, algo te hace sentir que tenés que seguir marchando, buscando tu destino donde no te marca el pasaporte, aprendiendo sin querer, viendo a tu propia casa como algo que siempre va a ser tuyo, pero que ya no te pertenece. Siempre estás en tránsito, sin ida ni vuelta, sin llegada ni partida, simplemente en tránsito. Más sabio, más malo, más silencioso, más duro. 

No es bueno ni malo ser inmigrante. Es inexplicable. 

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