miércoles, 30 de junio de 2010

Grises.

Leo en las noticias que María Antonieta de las Nieves está en conflicto judicial con Roberto Gómez Bolaños por el uso de la Chilindrina. Escucho en la radio comentarios tales como este: "la pobre es una respetable anciana que mantiene a su marido enfermo y de la única forma que puede ganarse la vida es personificando a la Chilindrina en un circo." También que "Chespirito debería ser más generoso, después de tantos años en los que María Antonieta colaboró con él en construir un éxito como fue El Chavo del Ocho, porque nadie puede imaginarse esa serie sin la Chilindrina." Recuerdo que lo mismo sucedió hace muchos años con Carlos Villagrán, el actor que hacía el papel de Quico. Siento una admiración interminable por Roberto Gómez Bolaños, me parece un genio extraordinario. Vencedor de idiomas, costumbres, modismos y fronteras. Un conquistador de la cultura, un paradigma de buen gusto, creatividad, respeto por el público, contracción al trabajo. Al igual que la gran mayoría de los creadores, Roberto está condenado a soportar la conjura de los grises. De los patéticos. De aquellos que no tienen nada bueno ni nada malo en su vida, si no es por el accionar de terceros. El público mexicano no tiene simpatía por Chespirito. Lo consideran soberbio, arrogante, odioso y despótico. Obvio, en los países latinoamericanos genera mayor adhesión el pretendidamente débil, el supuestamente oprimido. Aquel que denuncia la injusticia de ser sometido por el poderoso. Me pregunto si llegaré a ver el día en que nos demos cuenta de que para progresar hay que estar del lado del que genera riqueza, no en contra. A los Chespiritos hay que cuidarlos como si fueran oro, hay que estimularlos, hay que propiciar las condiciones para que sigan inventando. La Chilindrina no existía en el mundo antes de que se le ocurriera a él. Y es redundante pero necesario agregar que María Antonieta de las Nieves tampoco.

miércoles, 23 de junio de 2010

Hablando de mundiales.

Jamás volvimos a enfrentar y derrotar en el mismo torneo a equipos tan poderosos. En esa época, se armaban 4 grupos de 4 en la primera ronda, pero la segunda ronda no era por eliminación directa, sino que se formaban 2 grupos de 4 con los ganadores de la primera ronda, y el ganador de cada grupo jugaba la final. Arrancamos contra Hungría, que volvía a jugar el mundial por primera vez desde 1966, intentando reestablecer su prestigio. Fue 2-1 con goles de Luque y Bertoni, después de ir 1-0 abajo. Después vino Francia, que también llevaba dos mundiales sin participar, pero que llegaba con un equipo comandado por el mejor futbolista galo de todos los tiempos, Michel Platini. Fue otro 2-1 con goles de Passarella de penal y de Leopoldo Jacinto Luque, que jugó gran parte del partido con un brazo casi roto. Luego llegó la derrota contra Italia, que tenía un cuadrazo que sería la base del campeón del 82, con Dino Zoff, Scirea, Antognoni, Bettega y Paolo Rossi. Con ese resultado, ambos equipos pasaron a la siguiente ronda, Italia con 6 puntos y nosotros con 4, por lo cual perdimos la sede y tuvimos que ir a Rosario. En la segunda ronda, nos tocó de entrada Polonia, que venía de salir tercera en el mundial 74 y contaba con los talentosos Lato y Boniek entre los suyos. Fue 2-0 con dos goles del Matador Kempes y un penal que el Pato le atajó a Deyna. Después llegó el empate 0-0 con Brasil, jugando bajo la lluvia. Llegamos al ultimo partido del grupo cabeza a cabeza con ellos, pero con una diferencia de 3 goles a favor de nuestro eterno rival, por lo cual necesitábamos meterle 4 a Perú para llegar a la final. Perú era un rival muy respetable que había clasificado primero en la ronda inicial y tenía grandes jugadores como Chumpitaz, Cueto, Cubillas y Oblitas. En los primeros 15 minutos, lo pasamos realmente mal, con dos tiros en los palos del arco del Pato. Hasta que a los 21 llegó el primer gol de Mario Kempes, a los 43 el del Conejo Tarantini, a los 46 otro de Kempes y a los 50 el de Luque, que nos depositaba en la final. Llegaría uno de Houseman y otro más de Luque para sellar el 6-0 que no dejaba dudas. La selección Argentina, empujada por los hinchas rosarinos, llegaba por segunda vez en su historia a la final. Y llegó el gran día. La definición del torneo nos ponía frente a frente con Holanda, subcampeona del mundo en 1974. Otro cuadro formidable, integrado por fenómenos como Krol, Neeskens, los hermanos Van der Kerkhof, Rensenbrink y Nanninga. Sobre el final del primer tiempo, gol del Matador Kempes metiéndose entre los dos centrales rivales y definiendo casi desde el suelo. Terminando el partido, un golazo de Nanninga nos dejó helados. Y un tiro en el palo de Rensenbrink casi nos deja fritos. Fuimos a tiempo suplementario. Y a los 105 minutos, Kempes entró al área bailándose un malambo arriba de los defensores holandeses y metió el 2-1 con la suela derecha, casi debajo del travesaño. Pero a ese equipo de hombres, de campeones de verdad, le alcanzaba para otro gol más. Y llegó una combinación sensacional entre Bertoni y Kempes, que la Chancha metió abajo contra el palo derecho de Jongbloed. Golazo y Argentina campeón. Jugando como nos gusta a los argentinos, con talento y huevos. Sin protestar, sin artistadas. Ganando cuando hay que ganar, sufriendo cuando hay que sufrir. Digan lo que digan, esa fue la mejor selección argentina de la historia. Dirigida por un técnico que representó como nadie nuestro paladar futbolístico dentro de un campo de juego, capitaneada por el último gran caudillo que vistió la celeste y blanca y con un grupo de jugadores valientes, talentosos y decididos a quedar en la historia.

Lamentablemente tuvieron la desgracia genética de representar a la Argentina. Y hoy, a 32 años de su consagración, siendo ya sexagenarios, en vez de recibir el homenaje de la patria futbolera, son señalados como cómplices de una oscura maniobra militar. Son demeritados por una sociedad exitista, que en aquel entonces golpeaba las puertas de los cuarteles pidiendo orden. Son tratados cruel e injustamente por el ignorante, cobarde y traicionero argentino medio. Pero afortunadamente están las imágenes del Monumental colmado, de los papelitos, de las banderas. Están las grabaciones del "vamos vamos Argentina", están las fotos de Alfieri, incluyendo la famosa del "abrazo del alma." Están las pruebas irrefutables de la felicidad colectiva. No hay registros de manifestaciones en contra del mundial, no hay grabaciones de ningún periodista, de ningún político o representante de la sociedad argentina condenando la realización del torneo. No hay imágenes de ninguna plaza vacía. Lo que hay es un triste presente, una frustrante y dolorosa realidad: la prueba fehaciente de que pertenecemos a una sociedad enferma, desmemoriada y resentida. Ellos querrán recordar la fecha del 25 de junio de 1978 como un oscuro momento de nuestra historia. Yo prefiero decirle gracias a los jugadores por darnos aquella gran alegría.

Muchachos, a 32 años de ese logro: al igual que ustedes, yo nunca me voy a arrepentir de ser campeón.



http://www.youtube.com/watch?v=Yxdok39dakI&feature=related

lunes, 21 de junio de 2010

Claves para una vida mejor

-No exceder el punto de cocción. El pescado salteado en oliva, 5 minutos. El asado, hasta término medio como mucho. Los fideos, siempre al dente.

-Meterse al mar y pasar un largo rato. Respirando, pensando, nadando un poquito, mirando el horizonte.

-Anotar en un block o pizarra las tareas que tenemos pendientes y a medida que las vamos realizando, tacharlas de la lista. Se siente muy bien ir viendo cómo los ítems tachados van superando a los no tachados.

-Chuparse un whiskicito a la noche. Una vez fui a Angra dos Reis con un amigo y nuestras parejas. Mi amigo y yo nos sentamos en la punta de un muelle del complejo de cabañas en el que nos estábamos alojando y nos tomamos una botella de Johnnie Walker Green Label en un lapso de aproximadamente 5 horas. Fue lo mejor del viaje.

-Tener menos ropa, menos libros, menos compacts, menos fotos, menos adornos, menos objetos en general.

-Rezar.

lunes, 14 de junio de 2010

Hijos de patria.

Ojalá que no tengas que emigrar. Ojalá que tu país pueda recuperarse y que vuelvas a tener trabajo, que no te toque irte a otro lado, lejos de tu familia y de tus costumbres. Porque no hay nada más duro y doloroso que el exilio, que es ni más ni menos que amputarte una parte de la vida. Tal vez no sepas de lo que hablo. O mejor dicho, sabés bien de lo que hablo porque hace un siglo tus bisabuelos lo vivieron. Tuvieron que irse, tuvieron que empezar de cero en otro lado, lejos. Muy lejos. Pero la Providencia los depositó en un suelo que los recibió con los brazos abiertos, que les entregó su fisonomía virgen para que ellos le imprimieran sus propias características, convirtiendo esa segunda patria, en muchos casos, en la primera. Y lo que es más importante: en la última. Te hablo a vos, español. A vos, que tenés marcada a fuego la mano que la Argentina le dio a tu raza. Que sos hijo del confort y de la vida resuelta, que mirás de reojo a los latinoamericanos, a los africanos, a los europeos del este. A todos los que llegan a tu casa, como tus antepasados llegaron a la mía, buscando progresar. Ojo español, ojo. Que la historia invariablemente se repite. Y que en una de esas, el que se tiene que subir a un barco de lágrimas sos vos.