sábado, 23 de enero de 2010

Estaba escrito.

Una de las veces que intenté hacer terapia, el fulano que me atendía, freudiano él, llegó a la conclusión de que yo debía atenderme con un lacaniano por causa de mi "relación atávica e indisoluble con el lenguaje". Eso, además de reforzar mi idea de que los psicólogos son una manga de chantas con mal aliento y zapatos con suela de goma crèpe, que lo único que quieren es quitarle plata a la gente para pagar sus viajes al Machu Pichu, me hizo entender el inicio de todos mis males.
Aprendí a leer a los 4 años mediante el método de lectura veloz de ILVEM. Y nunca paré, leía los avisos fúnebres, los carteles de la calle, la guía de teléfonos, el prospecto de los Mejoralitos. Todo. Después, una vorágine inevitable me llevó por varios escritores, hasta que llegué a dos que me marcaron a fuego: Ernest Hemingway y el Gordo Soriano. Ambos eran periodistas, ambos contaban historias verosímiles, casi como crónicas. Hoy ya no puedo desandar el camino y desaprender a leer, ya no volveré a tener 4 años. Pero de todo lo que leí y escribí, de mis 18 años de redactor publicitario, de las cartas, de este blog, de tantas cosas, puedo decirle al psicólogo aquel que si mi vida de relación se circunscribirá a releer eternamente "Cuentos de los años felices" y "Muerte en la tarde", puede darme el alta tranquilamente.

jueves, 7 de enero de 2010

El campeón.

Pasado un tiempo de la muerte de Carlos Monzón, fecha de la cual hoy se cumplen 15 años, llegó un avión particular a la ciudad de Mar del Plata. De él se bajaron dos hombres y tomaron un taxi directamente desde la pista de aterrizaje. Se dirigieron sin demoras a un estudio jurídico del centro. Al llegar, se presentaron y pidieron hablar con los abogados de Carlos. Cuando los atendieron preguntaron cuánto se debía de honorarios atrasados en el caso. Abrieron un maletín, sacaron el dinero correspondiente, se despidieron, subieron al taxi, volvieron al aeropuerto y se tomaron el avión de regreso.

Eran Alain Delon y Nino Benvenutti.