jueves, 27 de agosto de 2009

Learning process.

I was a little kid and my home was full of books. And encouragement. I started to read. A lot. I became familiar with words. I understood how they could function together. I started to have feelings for those I read from. Love. Hate. Fear. Yeah, that. Fear. I realized how powerful they were. How they could change me, prove me wrong, make me think. I realized they had an effect on people. I wanted to be like them. I wanted to be mighty.

At the same time, my father took me to see fights every Saturday night. The majority of them were middleweight fights. Your next-door neighbor. Regular men. I remember their faces. I remember their breath. Their sweat and blood flying in the air. I remember the sound of fists against their ribs, their jaws, their noses, their stomachs and their heads. I learned about pain, failure and willpower. I learned that victory and defeat always happen at the same time.

One day, I found out I could write.

lunes, 24 de agosto de 2009

Inglorious Basterds: los fans de Quentin.

Ayer fui a ver Inglorious Basterds. Quiero aclarar que no soy gran admirador de Tarantino, pero reconozco que el tipo arrastra gente. Por alguna razón tiene fans. A los que les pedís que te expliquen qué es lo que les gusta del fulano y, con una sonrisita sobradora tipo "no entendiste nada", te dicen dos o tres pavadas como "es un zarpado", "me hace cagar de risa" o "te tiene que gustar para entenderlo". No soy quién para juzgar las dotes profesionales de Quentin, simplemente puedo decir que su estilo no es de mi agrado. Pero considero que tiene fans bastante pelotudos.

Mis directores preferidos son:

-Martin Scorsese.
-Vittorio De Sica.
-Elia Kazan.
-Akira Kurosawa.
-Francis Ford Coppola.

Si me preguntan por qué, puedo explicarlo perfectamente.


domingo, 16 de agosto de 2009

El amigo durmiente.

Aparentemente, hay mujeres capaces de compartir la cama con un amigo con el único objetivo de dormir. De camping, en algún viaje en grupo, en un fin de semana, en distintas circunstancias en las que la necesidad de pernoctar las encuentre lejos de casa y en compañía de algún hombre conocido pero (en teoría) no deseado. La semana pasada tuve esta conversación con algunas chicas conocidas. Todas jóvenes, bonitas y sexualmente activas. Algunas de ellas casadas, otras no. No solamente no les resulta raro o incómodo dormir con un amigo, sino que además lo han hecho varias veces, inclusive con hombres que son amigos de sus parejas. 
Claro, después caí en cuenta. Es el prototipo masculino que ellas conocen. La generación de hombres que hoy ronda entre los 25 y los 30, que puede definirse como simplemente lamentable. Dominados por las mujeres, poco ambiciosos, coleccionistas de zapatitos cool, preocupados por las ballenas, por parecerse a David Beckham y por no incomodar. Campeones de la sensibilidad responsable y el diálogo constructivo. Manga de putos. Eso es lo que son. Una manga de putos miedosos de que la amiguita con la que están alzados desde siempre les corte el rostro si le tiran un cogotazo. En todos los órdenes de la vida, lo que marca la diferencia entre los hombres y los muchachitos, es la capacidad para bancarse las consecuencias de sus actos. Un mariquita de estos no podría administrar ninguno de los posibles desenlaces: ni el rechazo que lo certificara como un desubicado ni la aceptación que lo forzara a portarse como un macho.

A ver nena, prestá atención. Esta es la realidad:

1) Si un hombre se acuesta con vos es porque le gustás y quiere tener sexo.

2) Si es amigo de tu novio o esposo y se acuesta con vos, es un traidor y una basura. Tanto él como vos se merecen el uno al otro. 

3) Si es casado o tiene novia, es completamente irrelevante: en ese momento quiere estar con vos y si se enamora va a dejar a su mujer.

4) Si vos sos casada o tenés novio y él no lo conoce, le importa un carajo.

5)  La verdad, verdad, verdad. A vos te ENCANTA. Y te acostás con él esperando que intente algo. Y si no intenta nada te sentís fea, gorda y fracasada. Pero te consuela saber que tenés un amigo. 

Un amigo durmiente.




jueves, 6 de agosto de 2009

Team Aniston.

Sería imposible aburrirse de vos. Te veo en entrevistas con los grandes del late night y les das mil vueltas. Sos graciosa, más graciosa que un hombre. A diferencia de otras mujeres, a las cuales es más fácil tipificarles la lindura, vos sos linda en jeans, en vestido largo o en bikini. Cómo te fuiste a casar con Brad Pitt es un misterio. A la legua se nota que es un muchacho carente, que a pesar de ser muy lindo no ha tenido demasiado rodaje femenino. Si no, no se explica que te haya cambiado por la trastornada de Angelina Jolie. No te dejó, se dejó a él. Se fue a vivir la vida de ella, a ser un adorno entre tanto nene tercermundista con peinado cool y ropa de diseñador. A ser el machito dócil de una mujer fuerte. Pero vos agarraste la canaleta, rubia. Quedaste como una tortuga boca arriba y entraste a coleccionar personas. ¿John Mayer? ¿Vince Vaughn? ¿Paul Sculfor? Con lo buena que estás, con lo talentosa que sos, con la plata que tenés. ¿Te parece que tenés que clavarte un muñeco al lado para no comer sola? Cuando te vi en el Mandarin Oriental con John Mayer me dio entre bronca y lástima. Tomabas tu agua Evian y hacías esfuerzos denodados para que el flaco te resultara interesante. Cuando se levantó para ir al baño te pusiste a mandar mensajes de texto, apoyaste la pera en una mano, después en la otra, te fijaste la hora. En el medio segundo en el que miraste para la barra y cruzaste tu mirada con la mía, me di cuenta de todo. Tu problema no es que no podés estar sola. Tu problema es que sabés que vas a sufrir toda la vida por un gil. Eso te revienta. Eso.

Jennifer, mirame de nuevo. No, en serio. Mirame de nuevo. Jennifer: dejate de joder. ¿Me oíste? Dejate de joder.


lunes, 3 de agosto de 2009

El huevo o la gallina o en su defecto un caldo de pollo.

¿Qué viene antes? ¿Una decisión o los argumentos para tomarla? Antes pensaba que mis decisiones se basaban en profundas e innegociables convicciones. Después crecí un poco y me di cuenta de que en realidad las decisiones se sostenían en las circunstancias que las rodeaban. Después crecí un poco más y entendí que es tan poco y tan irrelevante lo que uno decide, que defenderlo a pie firme y con gesto serio es entre tierno y pelotudo. Miro con cierto aire misericordioso a quienes piensan como pensaba yo.

Sí, me estoy poniendo viejo. No, no lo decidí yo.