jueves, 26 de febrero de 2009

Pa Sado.

Un amigo mío, director de cine, acaba de estrenar una obra teatral de su autoría. Se llama "Los quiero a todos" y se trata de una cena en la que unos amigos de 35 años se juntan después de mucho tiempo a contarse qué fue de sus vidas. Casualmente, a través de Facebook (y digo casualmente porque mi amigo es declaradamente anti-Facebook), esto es algo que está sucediendo con mucha frecuencia. Grupos de gente que en algún momento fueron amigos y compartieron vivencias y experiencias, retoman el contacto y organizan fraternales encuentros. Hay un afán revisionista que impulsa a la gente a contradecir el curso de su propia existencia, que por alguna sabia o casual razón hizo que se alejara de algunas personas para ir conociendo a otras. A veces por curiosidad, otras por ver "qué fue de la vida de fulano", quién sabe por qué, más y más gente se vuelca a esta especie de antropología morbosa y virtual. Como si hubiera alguna remota posibilidad de reestablecer un vínculo que simplemente se cortó y hoy no tiene ingerencia en nuestras vidas. Como si haber sido amigo en algún momento significara, indefectiblemente, ser amigos para siempre. 
De chico, cuando veía al personaje de Clint Eastwood en los westerns de Sergio Leone, alejándose en su caballo hasta perderse detrás de las montañas, me invadía una sensación de angustia. Pensaba que iba a estar solo, que debería quedarse en el pueblo o en todo caso, marchar junto a sus compañeros de aventuras. Hoy creo que hacía lo correcto. Hay una enorme sabiduría en entender que existen ciclos que se cumplen, personas que pasan, amistades que terminan, ideas que cambian, lugares que dejan de tener significado, fotos que nada más son fotos. Que por algo vamos cambiando de círculo, de marco de referencia, de grupo de pertenencia. La enorme mayoría de las veces, por causas ajenas a nuestra voluntad. Simplemente por el curso de la vida, que como decía el maestro Vinicius de Moraes, siempre tiene razón. 

"Los quiero a todos", impecable título para una ficción.

domingo, 22 de febrero de 2009

Fotos de guerra.

La segunda guerra mundial fue, como todas las guerras, un horror y una tragedia para la humanidad. Pero también fue el hecho más trascendente del siglo 20. Porque definió al mundo tal cual lo conocemos hoy, con los "buenos" de un lado y los "malos" del otro. Obviamente, los buenos son los que ganaron: Inglaterra, Estados Unidos, el capitalismo occidental y sus intereses económicos en medio oriente. Los malos, los regímenes personalistas y totalitarios de Alemania, Italia y Japón. El "eje del mal." Hitler, Mussolini y el emperador Hirohito. En fin. Pasados Pearl Harbor, Guadalcanal, la invasión de Sicilia, el Día D, Auschwitz y la bomba de Hiroshima, quedaron las historias de las personas. De quienes luego de luchar, ganar o perder, sufrir y aguantar, un buen día volvieron de la trinchera a su vida cotidiana. De los cientos de miles que existen, yo conozco una. La de un japonés que, siguiendo las órdenes de Hirohito, participó de la construcción del ferrocarril que uniría Tailandia con Birmania (aquel famoso de la película "El puente sobre el río Kwai) y luchó en el Pacífico. Estuvo 4 años en servicio activo, hasta que el emperador se rindió y la guerra terminó. Huyendo de un país devastado por dos bombas atómicas, emigró a la Argentina. Formó una familia, empezó en otro lado. Pasaron los años, la vida le fue fabricando recuerdos nuevos que alejaran los anteriores lo más posible. Hoy, es hincha de Boca, le gusta el tango y es el abuelo de mi gran amigo Quique. 

Yo nací en el país en el que reinventó su vida. Y vivo en el país que le tiró la bomba. 

viernes, 20 de febrero de 2009

10 verdades Juanísticas.

1) Se puede tomar champagne con cualquier comida.

2) El mar es imprescindible.

3) Hay que tener el album "Songs for swingin' lovers" de Frank Sinatra. Sí o sí. 

4) Un penal no se puede errar. Si está bien pateado es gol siempre.

5) Hay que irse de las fiestas cuando están en lo mejor. 

6) Afeitarse en la barbería es una de las mejores cosas que le pasan a un hombre en su vida.

7) La mano se da fuerte y mirando a los ojos. 

8) Comer solo es extraordinario. Comer de a dos es agradable. Comer de a tres es una tortura.

9) Nunca se termina de aprender.

10) Lo tuyo es tuyo o no es de nadie. 

jueves, 19 de febrero de 2009

Pensando.

Hay un programa de televisión en BBC llamado "Dragon's Den" en el que gente común le presenta sus ideas de negocios a 5 millonarios, con la ilusión de conseguir el financiamiento necesario para ponerlas en marcha. Muy pocas veces lo consiguen, y no porque las ideas no estén buenas o porque no resulten atractivas. La mayoría no consigue sostener sus propuestas desde la lógica o la emoción, al ser interrogados ferozmente por los millonarios. Inevitablemente, la despiadada metralla inquisitoria de quienes deberán poner su dinero para hacer realidad la idea, termina prevaleciendo por encima de los argumentos de los aspirantes a empresarios. 
Como pasa con todo lo que sometemos a análisis descarnados, casi nunca sucede. Todo tiene un costado desalentador, apocalíptico e inequívocamente falible. Todo puede fallar. ¿Será que la diferencia la hace el criterio propio? ¿O las ganas de demostrar que el otro está equivocado? Como cuando vamos a la playa aunque anuncien lluvia, como cuando Colón cruzó el Atlántico, como cuando los hinchas de Independiente nos sentamos a ver un partido. ¿Cuánto de lo que hacés resiste un análisis? ¿Cuánto de lo que más feliz te hace en la vida tiene sentido? 

Por las dudas no le preguntes a nadie. 

sábado, 14 de febrero de 2009

Celebraciones.

Halloween. Thanksgiving. Super Bowl. Valentine's. St. Patrick's. 

Platos de cartón. Vasos de plástico rojos por fuera, blancos por dentro. Vino barato. Cerveza interminable. Papas fritas de bolsa. Brócoli crudo y zanahorias mini sumergidas en una crema agria. Tarjetas de felicitación con ositos y atardeceres. Envases descartables. Chocolate rancio. Crema en aerosol. Ropa de polyester. 

Son las fiestas del mundo libre. Libre de buen gusto. 

lunes, 9 de febrero de 2009

La verdad. Bah, qué se yo.

Bill Bernbach, el inventor de la publicidad moderna dijo "la verdad no es verdad hasta que la gente se la cree." David Ratto, el más grande publicitario argentino de todos los tiempos dijo "existen 3 verdades: tu verdad, mi verdad y la verdad." No, no. No estoy haciendo un decálogo de frases célebres (y menos de dos directores de arte). Simplemente las menciono porque creo que explican lo inefable, difusa y cambiante que es la verdad. Y lo inútil que resulta como elemento de juicio o medida de las cosas. Imaginen esta situación: diez inmundos pájaros de cerámica, en una tienda de descuento. Todos cuestan U$ 3, salvo uno de ellos que sin ninguna razón aparente, cuesta 3,50. Resulta absurdamente caro. Ahora, imaginen que son gringos, que van a un país de latinoamérica donde el dueño de un sushi bar los invita a cenar. Conversación agradable, sintonía intelectual. En eso, divisan al pájaro en cuestión dentro del restaurant. El dueño les cuenta que fue traído de Okinawa después de la segunda guerra mundial y que es una de las más preciadas posesiones de la familia de su socio japonés. Inmediatamente deciden comprarlo. El dueño del restaurant pide apenas U$ 400. ¿No es un regalo? Entonces, ¿cuál es el verdadero valor del pájaro? ¿3 dólares y un inexplicable mal gusto?, ¿3,50 y nueve pruebas de que uno es un imbécil? ¿O U$ 400 y una historia? ¿Acaso la verdad vale más que la leyenda? Y al final del día y como decía Mark Twain (dale con las frases): "Es obvio que la verdad es más extraña que la ficción. La ficción tiene que tener sentido."

No me crean nada. Es todo verdad.

Slumdog algo.

Realmente no puedo entender cómo Slumdog Millionaire está nominada a 10 premios Oscar. Previsible hasta el escándalo, inconsistente (empieza con la idea de que el indio sabe las respuestas por cosas que le pasaron, después se diluye), dirigida sin ganas y sobre todo, pésimamente actuada. Entiendo que la euforia Obamística, que ha arrastrado a los americanos a una especie de mea culpa que les hace tener vergüenza hasta de John Wayne contribuya a inflar bodrios como este. También entiendo que acaso por eso no se haya nominado en ninguna categoría a Gran Torino. Pero de ahí a que este esquicio sea candidata a 10 Oscars, me parece que se les va la mano. Y ya voy preparándome para ver al orejón del protagonista o a la insípida de su novia en alguna bosta hollywoodense estilo "My big fat indian wedding", "Meet the Shawarmas" o "Las locas aventuras en el callcenter."

Cidade de Deus es mil veces mejor. Y no ganó ninguno.

viernes, 6 de febrero de 2009

Sake bomb.

Un par de veces fui a un restaurant de sushi que se llama Koume, cerca de Miami. Es de una familia originaria de Tokio. Muy simpáticos y hacendosos. El sushiman, bastante histriónico, suele ofrecer a los clientes un trago al que llama "sake-bomb." Primero sirve una cerveza, después un shot de sake. Coloca dos palitos encima de la cerveza y apoya ahí el sake. Entonces empieza a darle puñetazos a la mesa al grito de "sake-bomb, sake-bomb", hasta que el shot cae dentro de la cerveza. Ahí se lo toma todo de un solo tiro. Lo hace varias veces por noche. Después, al final del servicio, se come una orquídea junto a los que hayan hecho el "sake-bomb" con él. A pesar de lo íntimo y minimalista de la atmósfera, de lo delicado y sutil del menú, su intempestiva intervención, acaso más atinada para una taberna o un barco de vikingos, es absolutamente adecuada, impecable y armónica. Juega con los límites, plantea un escenario con su comida, con su aspecto, con la música, con los aromas, con el entorno. Y después lo rompe.

Eso es un artista. 

El mar que me crió.

De chico viví en Mar del Plata. Ahí hice mis amigos de toda la vida, ahí aprendí casi todo lo que sé. Pero sobre todas las cosas, ahí está el mar que yo considero propio. No es azul, no es cálido, no es sonriente. Es así.

Mar de espuma que siempre tiene que irse.
Mar de manos cansadas y sinceras.
Mar de peces trabajadores.
Mar de fotos en blanco y negro, de besos colgados del tiempo, mar que no pregunta pero sabe.
Mar robado de un mapa de marineros tristes, mar de olas que rompen detrás de la memoria.
Mar que vive en mis ojos, para mostrarme el horizonte mire donde mire.

Las mejores 5

"Ladri di biciclete", de Vittorio de Sica.

"Raging bull", de Martin Scorsese.

"Sichinin no samurai", de Akira Kurosawa.

"The Godfather", de Francis Ford Coppola.

"On the waterfront", de Elia Kazan.


Mis 5 películas favoritas. 

ID

A fines del siglo 19 y principios del 20, llegó una enorme oleada de inmigrantes a Buenos Aires. La mayoría eran italianos del sur, (casi todos de Napoli, Calabria o Sicilia) y españoles de Galicia. Por eso en Argentina a todos los italianos se les dice "tano" (por napolitano) y a los españoles "gallego" o "gaita." Todos los argentinos somos nietos naturales. Nuestra identidad empieza en el puerto. Y ahí vamos por el mundo, sin que nadie entienda nuestro andar compadrito, nuestra suficiencia, nuestro escepticismo, nuestro humor cruel. Sin que nadie entienda cómo si somos tan vivos y tan talentosos, Argentina se cae a pedazos.

Salimos de la bodega de un barco. Es lo que hay. 

1970's

La izquierda latinoamericana me aburre. Es el mismo modelo, repetido y versionado en todos los países: jóvenes universitarios de buena familia que pasan a la clandestinidad, forman grupos armados subversivos a los que les ponen nombres con siglas y se dedican a tirar bombas representando al "pueblo." Después se hacen millonarios pactando con las corporaciones y los gobiernos de turno, envían sus fortunas a Liechtenstein y escriben libros, en cuyas solapas ponen una foto de ellos fumando pipa. También dan conferencias (pagas, por supuesto), generalmente en Francia. 

Flaco favor le han hecho al "pueblo" latinoamericano, alejándolo de toda posibilidad de progreso o proyección social al enemistarse con el capitalismo. La única arma de un trabajador es tener trabajo. Su trabajo tiene que hacerle ganar dinero a su jefe. Y si a su jefe lo joden, él se queda sin trabajo. 

Ninguno de estos "izquierdistas" vive en Cuba. 

jueves, 5 de febrero de 2009

De otra época.

Hace unos meses falleció Paul Newman, uno de mis grandes ídolos. Sabiendo que se moría, pidió que lo lleven a su casa para irse en paz, junto a su familia y su mujer de siempre, Joanne Woodward. 

Un par de semanas atrás fui al cine a ver Gran Torino, magistralmente dirigida y protagonizada por Clint Eastwood, que a punto de cumplir 79 años, con la voz quebrada y la mirada cansada, sigue siendo el mismo. Y él mismo. 

Tony Bennett, a sus 82, lejos de quedarse vegetando en su New York natal, anda de gira con su banda por todo Estados Unidos, además de pintar incansablemente en su atelier. 

Son ejemplos de hombre de otra época. Aquella en la que no existían las excusas. 

Desarraigo.

Se hacen investigaciones, la antropología se ocupa del asunto. El fenómeno de la inmigración, seres humanos que dejan su lugar de origen buscando un futuro mejor. La dualidad eterna entre lo que es de uno, aunque sea malo y nos haga daño, y lo que no es nuestro, pero nos brinda mejores perspectivas. Vivo en el extranjero hace 6 años y creo que la mejor definición sobre el tema la dio el gran maestro Antonio Carlos Jobim, cuando al consultársele si prefería vivir en New York, donde estaba trabajando en ese momento, o en su Rio de Janeiro natal, respondió: "New York es maravilloso, pero es una mierda; Río es una mierda, pero es maravilloso."

Amén. 




Los 8 Lagos.

Primero nací yo.

Después Pedro, que es noble, generoso y nos cuida a todos.
Mer, que adora a mi viejo, es muy valiente y es la mamá de León.
Clara, que es una artista y trabaja como una bestia. 
Maque, que tiene la garra de la abuela y además todo el talento del universo. 
Inés, que está en el cielo.
Agus, que se hizo hombre siendo muy pibe y además es mi ahijado. 
Juli, que tiene un corazón gigante y toca el piano mejor que nadie.

Mis hermanos. Doy la vida por ellos. 

Curso rápido de cocina.

Hay que tener una olla, una sartén, una plancha, una bandeja de horno, cuchillos siempre afilados y muchos repasadores. Y aprender las cinco técnicas básicas de cocción: salteado, que es con poco aceite y por poco tiempo, horneado, que es lo que menos ensucia, grillado, que es como a la parrilla y llena todo de humo y olor, hervido que es para hacer pastas o comida de enfermo y frito que es con mucho aceite y altos riesgos de quemaduras y ataques de hígado.

Y listo. Es fácil. 

Ningún plan perfecto es mejor que una buena idea.

Soy creativo publicitario desde 1991. Redactor. Empecé porque me gustaba escribir pero no quería ser escritor y vivir en un altillo comiendo fiambre y fumando cigarrillos negros. Y además me gusta que me paguen por escribir, cosa que a la mayoría de los escritores nunca les sucede. Tuve una linda carrera, trabajé con gente muy interesante, hice muchos amigos y viajé bastante. Pero aprendí a arreglármelas solito para crear un anuncio. Me enseñaron a creer en mi instinto y en mis ideas. Y a usar el sentido común. Hoy, las cosas han cambiado, a mi entender para mal. La publicidad casi no tiene atractivo. Todo tiene que tener una explicación, todo tiene que entrar en un PowerPoint, todo tiene que ser predecible, mensurable, comprobable y científicamente calculado. Todo tiene que ser avalado por focus groups. Por eso todos los anuncios son iguales, por eso todas las marcas dicen lo mismo. Cada vez me falta menos para dejar la publicidad. Porque lo que yo sé hacer, lo que aprendí y lo que me gusta, es tener ideas. Pero hoy, la publicidad ya no se trata de eso.

Es el reino de los planners. Cuando yo empecé no existían. 



Obviamente no es mío.

What can I hold you with?
I offer you lean streets, desperate sunsets, the moon of the jagged suburbs.
I offer you the bitterness of a man who has looked long and long at the lonely moon. 
I offer you my ancestors, my dead men, the ghosts that living men have honoured in marble: my father's father killed in the frontier of Buenos Aires, two bullets through his lungs, bearded and dead, wrapped by his soldiers in the hide of a cow; my mother's grandfather -- just twentyfour-- heading a charge of three hundred men in Perú, now ghosts on vanished horses. 
I offer you whatever insights my books may hold, whatever manliness or humour my life.
I offer you the loyalty of a man who has never been loyal.
I offer you that kernel of myself that I have saved somehow -- the central heart that deals not in words, traffics not with dreams and is untouched by time, by joy, by adversities.
I offer you the memory of a yellow rose seen at sunset, years before you were born,
I offer you explanations of yourself, theories about yourself, authentic and surprising news of yourself.
I can give you my loneliness, my darkness, the hunger of my heart; I am trying to bribe you with uncertainty, with danger, with defeat.

Jorge Luis Borges
1934