lunes, 21 de mayo de 2012

Los muertos no fallan. O por qué soy fana de los Stones y si bien respeto a los Beatles nunca me llamaron mucho la atención.

Se le reconoce a los Beatles el enorme mérito de haber transformado para siempre lo que se conoce como "música popular". Con melodías impecables, con el gran talento de sus integrantes, especialmente McCartney y Harrison. Nadie puede desconocer su influencia definitiva no solamente en la música, sino también en otras expresiones artísticas como la pintura, la literatura y el cine. Pero con todo respeto y desde mi humildísimo punto de vista, los Stones son más grandes. Los Beatles y los Stones nacieron en el mismo año: 1962. Pero los Beatles se separaron en 1970. Es decir, dejaron de producir. Dejaron de crear. Y quedó su obra de 8 años, como un elemento inalterable e incontrastable, que jamás tuvo que ser revalidado. Los Stones cumplen 50 años de existencia, pero de existencia real. Yo a los Stones los vi y si Dios quiere los veré de nuevo. Los Beatles son un largo recuerdo. Maravilloso, revolucionario, inolvidable. Pero un recuerdo. Los Stones, bien, mal, con mejores y peores momentos, están ahí. La tapa de Abbey Road simboliza una época y un idealismo que con el paso de los años, como pasa con todo lo que se termina en lo mejor, es venerado sin límite. Pero tal vez mientras escribo estas líneas, Richards esté llamando a Wood para zapar en alguna sala de ensayo. Renovando esa valentía, esas ganas de poner todas las fichas de nuevo en el tablero, esa manía por encontrar motivación en una Fender Telecaster afinada en G, esa tenacidad para dejar de lado los millones de euros, la vejez apacible, el calor familiar y los salones de la fama para exprimir hasta la última gota de rock and roll. De eso yo soy fan. Del recuerdo perfectito, qué se yo.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario