lunes, 14 de junio de 2010

Hijos de patria.

Ojalá que no tengas que emigrar. Ojalá que tu país pueda recuperarse y que vuelvas a tener trabajo, que no te toque irte a otro lado, lejos de tu familia y de tus costumbres. Porque no hay nada más duro y doloroso que el exilio, que es ni más ni menos que amputarte una parte de la vida. Tal vez no sepas de lo que hablo. O mejor dicho, sabés bien de lo que hablo porque hace un siglo tus bisabuelos lo vivieron. Tuvieron que irse, tuvieron que empezar de cero en otro lado, lejos. Muy lejos. Pero la Providencia los depositó en un suelo que los recibió con los brazos abiertos, que les entregó su fisonomía virgen para que ellos le imprimieran sus propias características, convirtiendo esa segunda patria, en muchos casos, en la primera. Y lo que es más importante: en la última. Te hablo a vos, español. A vos, que tenés marcada a fuego la mano que la Argentina le dio a tu raza. Que sos hijo del confort y de la vida resuelta, que mirás de reojo a los latinoamericanos, a los africanos, a los europeos del este. A todos los que llegan a tu casa, como tus antepasados llegaron a la mía, buscando progresar. Ojo español, ojo. Que la historia invariablemente se repite. Y que en una de esas, el que se tiene que subir a un barco de lágrimas sos vos.

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