lunes, 20 de julio de 2009

Siga el baile.

Que Diego es mejor que Pelé es una verdad incontrastable por la cual estoy dispuesto a dar hasta mi propia vida. En el resto, nos borran del mapa. Porque no son un país, no son una nación. Son un imperio. Hace algunos años visitaba con asiduidad a un amigo argentino que vivía en San Pablo. Cierta vez el portero del edificio, acostumbrado a verme tan seguido me dijo "¿por qué no se queda a vivir acá? en Brasil siempre hay lugar para uno más". Repito, frase de un portero: "en Brasil siempre hay lugar para uno más". Ese es el pensamiento de un tipo que sabe que pertenece a algo grandioso, incomparable, a algo que sin dudas es mucho más importante que él. En el mundo en crisis en el que vivimos hoy, Brasil sale a mostrar a los cuatro vientos una fortaleza inusitada. Su presidente asiste a la primera reunión de jefes de estado del grupo BRIC (Brasil, Rusia, India, China), que es una de las alianzas estratégicas más atractivas en el escenario post-crisis. En julio, el propio Lula (de izquierda, recordemos) compró US$ 10.000 millones en bonos emitidos por el FMI. En Brasil se acaba de formar Brasil Foods, la compañía alimenticia más grande del mundo, resultante de la fusión de Sadía y Perdigao. También tienen la cervecera más grande, luego de que AmBev comprara (sí, COMPRARA) Anheuser Busch, empresa americana productora de la famosa Budweiser. En la cumbre del G20, en el mes de abril, el propio Obama dijo que Lula era "el político más popular de la tierra". Eso fue motivo de orgullo en Brasil, desde los más encumbrados empresarios hasta el último vendedor ambulante, se llenaron la boca con el comentario de Barack. ¿Por qué? Porque, al igual que el portero aquel, saben que son parte de un imperio. Algunos son pobres, otros son ricos, algunos negros, otros blancos. Pero son todos, todos, todos brasileros.

Será por eso que son mejores que nosotros.


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