A veces me pongo a pensar en todos los caminos que se van abriendo a lo largo de la vida, como las bajadas de una autopista. Amistades, vocaciones, romances, mudanzas, frustraciones, éxitos, cambios, sorpresas, oportunidades. Y en los carteles simbólicos que nos van anticipando lo que vendrá, para que maniobremos en consecuencia. ¿Qué es lo que hace que obviemos estos posibles destinos? O por el contrario ¿qué es lo que nos convence en el momento de decidirnos por alguno de ellos? De vez en cuando y sin motivo aparente hago el ejercicio de desandar mentalmente mi vida. Vuelvo a ver los desvíos que no tomé, las salidas que pasé de largo. Y más allá de haber logrado (por suerte) una tregua inexpugnable conmigo mismo gracias a la cual no hay vencedores ni vencidos, ni autopase de facturas, ni lágrimas sobre la leche derramada, me pongo a pensar cuántas vidas hipotéticas tenemos. Cuántos destinos, cuántas personas, cuántos lugares. Claro, cuando ya te queda medio tanque, tenés dos opciones. Apretás los dedos, subís el volumen del estéreo y pisás el acelerador, o cerrás los ojos y pegás un volantazo.
De yapa, mis 5 albums preferidos para un viaje rutero y solitario:
1) Ballads (John Coltrane Quartet)
2) Let it bleed (The Rolling Stones)
3) The complete Gershwin songbook (Ella Fitzgerald)
4) Pleasant dreams (The Ramones)
5) Electric Ladyland (The Jimi Hendrix Experience)
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