Como una forma de mantenerme cerca de mi país, escucho radio todo el día. Lo hago casi sin pensar, llevo el iPhone encima desde que me levanto hasta que me acuesto. Permanentemente escucho radio. En el trabajo, mientras ando en bicicleta, mientras leo, etc. En el último mes sonaron durante todo el día los spots de la campaña para las elecciones presidenciales. La arrolladora e indescontable diferencia que logró el oficialismo en las primarias, se traslada casi como un calco a la comunicación entre candidatos. Los spots de Frente para la Victoria son IMPECABLES. Están magistralmente escritos, ejecutados de manera cuidada, precisa, convincente. Mis felicitaciones a aquellos que trabajaron en esta campaña. Los de la oposición son de una puerilidad y de una inconsistencia alarmantes. Alfonsín es un remedo del padre. Una versión triste y desmejorada, con todo lo malo y nada de lo bueno. La diferencia que hay entre Raúl y Ricardo es la misma que hay entre un chorizo y un eructo de chorizo. La campaña de Rodriquez Saa en la que distintos imitadores recrean inconfundibles voces de nuestra cultura popular (Charly García y el Polaco Goyeneche entre otros) es digna de los programas de radio matutinos de los 80 en los que Carlitos Russo y Miguel Ángel Cherutti hacían las delicias de los oyentes. Aquello era gracioso porque buscaba hacer reír. La campaña es patética porque no busca hacer reír, busca convencer a la gente de que vote a alguien para manejar al país. En el caso de Duhalde, sus frases radiales que basan su discurso en la "idoneidad", aún con toda la carga de desfachatez que le imprimen el hecho de haber sido él mismo el que encumbró a quienes hoy discute, no resultan tan impresentables como su raid mediático en el que asegura tener "grandes chances" de llegar a una segunda vuelta. ¿Alguien puede pensar que esa visión tan distorsionada de la realidad es adecuada para manejar los destinos de un país? El resto, nada destacable. Todo gris, todo parte del paisaje, nada de relieve.
En cualquier ámbito de la vida, dejando de lado los sentimientos, lo único que realmente hace la diferencia son las ideas. Ideas para gobernar un país. Ideas para convencer a la gente de que tu idea es buena. Ideas para mostrar que sos mejor que el otro o, al menos, que tenés algo distinto para ofrecer.
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